martes, 18 de marzo de 2008





Formamos parte de una juventud desfragmentada, no aspiramos a completar nada. Nuestra individualidad es disoluble en agua de colonia. Nos drogamos para socializar, para competir, para celebrar y para olvidarnos del tedio. El espíritu de los sesenta se acabó, no queda nada de ingenuidad ni de irreverencia, no tenemos qué aportar al mundo, nada que no sea el trabajo como hormiga obrera, por el que damos gracias mientras nos distraemos con fuegos artificiales tecnológicos. Ningún cambio es posible, sólo podemos dejar que esta realidad de escaparate nos socave, que nos anule despacio, que nos erosione hasta que aceptemos como propia alguna pseudo moral diseñada en el despacho de un publicista.

No hay comentarios: